Tengo ganas de gritar dentro de la cabeza. Quiero parar y acabar con este registro intolerable y gramofónico que suena dentro de mí. Es un torturador intangible. Me enferma tener que oír siempre el sonido/el piano horroroso del recuerdo. Suenan y resuenan las escalas allá abajo y, también, allá arriba, en la primera casa de Lisboa donde habito.
He encontrado útil para callar el piano de los recuerdos dolorosos no combatirlos. Dejarlos llegar y hacerse oír. Los enfrento. Van aprendiendo que no me torturan y un día quedan atascados en un pentagrama sin espacios y saben que yo soy dueña de la clave.
ResponderEliminarGraciela B